jueves, 31 de marzo de 2016

La luz de la Pascua

Nos cuenta San Lucas en el Evangelio de hoy la primera aparición del Señor Resucitado a los suyos, mientras los dos que han vuelto de Emaús les están relatando su encuentro con Él (24,35-48).

Imaginar la sorpresa, el miedo y las dudas de los discípulos en esos momentos no nos resulta difícil. Jesús también se hace cargo y los tranquiliza al tiempo que les da muestras de que es Él verdaderamente y que está vivo.


Dice el evangelista que les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. Eso mismo hace hoy contigo y conmigo regalándonos Su luz para que le reconozcamos en la fracción del pan, como les sucedió a los de Emaús, y en Su Palabra.


Ojalá que en este tiempo pascual nos dejemos invadir por el Espíritu Santo para encontrarnos con el Señor Resucitado en la Eucaristía y en la lectura pausada y meditada de la Escritura. Ojalá nos alimentemos con este Alimento pascual que nos transforma y nos sostiene dándonos la vida eterna.



miércoles, 30 de marzo de 2016

Camino de Emaús

El camino de los dos discípulos hacia Emaús, que nos presenta el Evangelio de hoy, es nuestro camino en tantas ocasiones... (Lc 24,13-35).


Cuántas veces caminamos cansados, decepcionados, alicaídos... porque consideramos que hemos fracasado en nuestro intento de ser mejores; porque sentimos que el Señor ha dejado caminar a nuestro lado.


Ojalá que, en esos momentos bajos, recordemos que la obra que Jesús está llevando a cabo en nuestra vida está destinada al más estrepitoso de los éxitos siempre y cuando tú y yo lo queramos de veras y lo dejemos hacer. Pero no podemos olvidar que el concepto de "éxito" del Señor no corresponde al nuestro. Por eso, piensa siempre que, tras la apariencia de fracaso, se oculta la mayor de las victorias: porque Quien lleva nuestra vida ha derrotado a la muerte, el peor de nuestros enemigos.

martes, 29 de marzo de 2016

El llanto de María

En el Evangelio de hoy encontramos a una María desconsolada, llorando a la puerta del sepulcro. Ha descubierto que el Cuerpo de su Señor no está donde lo habían dejado y no puede contener las lágrimas, unas lágrimas que no le dejan reconocer a Jesús que le habla (Jn 20,11-18).

A ti y a mí nos pasa, en muchas ocasiones, como a María: buscamos a Jesús pero, como esperamos encontrarlo de una determinada forma, aquí o allá, no lo reconocemos cuando se presenta ante nosotros. 

Jesús siempre nos sorprende; irrumpe en nuestras vidas de forma inesperada y nos llama por nuestro nombre, como aquel día de luz llamó a la Magdalena. Que Él cambie nuestra mente, que desmonte nuestros esquemas, y nos haga capaces de reconocerlo en esas visitas inesperadas con las que le gusta sorprendernos. 



lunes, 28 de marzo de 2016

Los frutos de un encuentro

Hoy San Mateo recoge en su Evangelio los dos mensajes que Cristo Resucitado, al encontrarse con ellas, da a las mujeres que han acudido al sepulcro a terminar de embalsamar Su Cuerpo: "Alegraos"; "no tengáis miedo" (28,8-15).

A ti y a mí nos repite hoy esos dos mismos mensajes. Porque el encuentro con el Señor aleja de nuestra vida cualquier temor y es la fuente de la auténtica alegría. Luego, como aquel día de primavera lleno de luz pidió a las mujeres, nos pide que comuniquemos a los demás que está vivo y que, si quieren, también pueden encontrarse con Él.

Ojalá que tú y yo tengamos ese encuentro real y personal con el Señor. Y que, como hicieron aquellas mujeres, las primeras apóstoles de la Resurrección del Maestro, digamos a los demás, con una palabra, con un gesto o simplemente estando a su lado, que sus vidas tienen sentido y que hay Alguien que los espera para desvelárselo... ¡¡¡Feliz lunes de Pascua!!!



domingo, 27 de marzo de 2016

La luz de la Resurrección

Termina hoy Juan diciéndonos en su Evangelio que, hasta que Pedro y él no vieron cómo había quedado el sepulcro en esta mañana de Domingo, no entendieron la Escritura que anunciaba que Jesús tenía que resucitar de entre los muertos (Jn 20,1-9).

En los apóstoles, como en las mujeres y, en especial, en María de Magdala, el descubrimiento de la Resurrección de Jesús se opera poco a poco, de manera gradual... 

Así "trabaja" el Señor también con nosotros. Él no tiene prisa y se dedica a cada uno con esmero, delicadeza, intensidad, profundidad... en una obra que tiene lugar en lo más hondo del alma y que nos va descubriendo Quién es Él. Así, despacito, en un movimiento continuo, sereno y suave, Jesús nos va diciendo, a medida que se da a conocer, quiénes somos en realidad mostrándonos quiénes estamos llamados a ser: imagen suya; ¡¡¡Él mismo!!!

Que la alegría de la Pascua, de Su Pascua, que es ese paso al Padre a través de la muerte, sea luz que disipe nuestras tinieblas y nos vaya mostrando el sentido profundo de Su Palabra, que es Vida abundante. Hoy estamos llenos de gozo porque sabemos que en Su paso Jesús nos ha arrastrado Consigo. Sí, ya estamos resucitados; por eso no tememos a la muerte, porque vamos de Su mano.



viernes, 25 de marzo de 2016

Dios en el regazo de María


Estamos viviendo un Viernes Santo especial, muy especial, porque coincide, en este año de la Misericordia, con la Encarnación. En un mismo día hacemos memoria del Misterio insondable de un Dios  hecho hombre; un Dios que asumió nuestra naturaleza para liberarla del pecado y de la muerte con su propia muerte, que es el paso al Padre.


María, la doncella que, como canta bellamente el himno que proclamamos estos días, faja los pies y las manos del Dios encarnado que llora en un pesebre, es la misma que hoy, Madre de Dolores, recibe en su regazo al Hijo muerto por los hijos.

Vamos a sumergirnos en el doble Misterio que hoy se nos presenta, en feliz coincidencia, de la mano de la Virgen. Ella nos descubrirá la gloria del Señor que se manifiesta en la estrechez de su nacimiento en pobreza y de su muerte ignominiosa.


La Vida se nos entregó en el regazo de María, ese mismo regazo que hoy nos la presenta muerta en una muerte gloriosa que da muerte a nuestra muerte: ¡Vida muerta que da vida a los muertos!

Vamos a quedarnos resguardados en el abrazo tierno y cálido de la Madre junto al Cuerpo ya si vida, frío e inerte, del Hijo que vino para que tuviéramos vida abundante. Allí aguardaremos la Resurrección, porque la Vida venció a la muerte para que no temamos ya morir y vivamos para el que murió por nosotros.


Aguardemos el momento de la luz, que disipará todas las tinieblas y que ya se intuye desde el regazo de María. Sí, desde el corazón inmaculado de la Madre, ese que fue siempre sólo y totalmente de Dios, mirad...  "Mirad de par en par el paraíso abierto por la fuerza de un Cordero".

jueves, 24 de marzo de 2016

Rompiendo esquemas

El Evangelio que se proclamará esta tarde en la celebración de la Cena del Señor hace las veces de puerta de acceso al misterio de la muerte y resurrección de Jesús (Jn 13,1-15).

Estoy segura de que todos entendemos la reacción del bueno de Pedro cuando ve a Jesús a sus pies, arrodillado, dispuesto a lavárselos asumiendo para Sí la función de los esclavos...

¡Pobre Pedro! ¡Cómo nos hacemos cargo de tu reacción! Y cómo valoramos tu rectificación, manifestación de la gran nobleza que te caracteriza, cuando Jesús te advierte que, de no dejarte lavar, no tendrás parte con Él.

Las palabras que sirven de introducción a la descripción de cada uno de los gestos del Señor en el lavatorio de los pies impactan en nuestro corazón y superan cualquier tipo de lógica humana -¿será esta "lógica" una consecuencia de la huella que el pecado dejó en nuestra naturaleza herida?-. Nos dice el evangelista que, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y que a Dios volvía, se levanta de la mesa y se dispone a lavar los pies a los suyos.


La consecuencia directa de tener todo en sus manos, de ser verdaderamente el Señor de la Historia, porque todo ha sido creado por Él y para Él, toma cuerpo, de una manera gráfica y absolutamente desconcertante, en el gesto humillante de lavar los pies a sus discípulos.


Dios hecho carne, el Rey del universo, el Señor de cielos y tierra, nos enseña que el poder del Todopoderoso está en servir a los que guardan respecto de Él la distancia infinita que media entre las criaturas y su Creador.

¡Qué difícil nos resulta asumir esto! ¿Cómo vamos a extrañarnos de la reacción de Pedro? Sin embargo, y a pesar del "dolor" que nos produce la ruptura de nuestros esquemas, somos llamados por la voz del Maestro a dejarnos instruir por Él tal y como hizo Pedro aquella noche de la Última Cena...

Ojalá que el apóstol nos obtenga del Señor un poquito de su nobleza de ánimo y de su capacidad de rectificación para escuchar lo que el Señor quiere decirnos hoy, en este Jueves Santo que no quiere ser uno más, sino el inicio de nuestra verdadera conversión. Su Palabra es eficaz; basta sólo con acogerla para que produzca lo que dice. Y esa Palabra quiere romper nuestra forma de pensar; quiere convertir nuestra mente, de verdad, hasta las últimas consecuencias, hasta el fondo. Por eso pido hoy para ti y para mí que la dejemos entrar en nuestra alma -o salir de lo más profundo de ella porque mora en nuestro interior- para que nuestros esquemas, obsoletos y mezquinos, salten por los aires hechos añicos.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Una confianza inquebrantable

El profeta Isaías nos habla de la confianza inquebrantable en Dios aún en medio de violencia, los ataques, los insultos. En sus palabras descubrimos los momentos de sufrimiento de Jesús, el Siervo doliente de Yavé, en su Pasión y el modo en que el Señor los vivió (50,4-9a).

El Señor no se arredra por la proximidad de la hora en que su entrega alcanzará la más alta cota; su seguridad en el Padre le hace mirar de frente al traidor y hacerle saber que lo sabe todo, que va al suplicio libre y voluntariamente, leyendo cada acontecimiento de esas últimas horas en una clave que le permite afrontar lo que se le viene encima con ánimo valiente y decidido: sabe que Su Padre, en Quien confía plenamente, saldrá en su defensa. 

Pienso que Jesús, en las horas previas a su Pasión, no dejó de repetirse esta verdad para hacerse fuerte en ella. El tentador intentó demolerla una y otra vez, en asaltos continuos, hasta poco antes de que el Señor exhalara su último aliento... pero no lo consiguió porque el Señor se había "atrincherado" en su confianza inquebrantable en el Padre.

Vamos a acompañarlo durante estas horas difíciles renovando nuestra confianza en Él. Porque nos ha allanado el terreno... Sé que, habiendo pasado por todo lo que pasó, nos ahorrará a nosotros el peso insoportable de experimentar el abandono de Dios hasta el extremo, insufrible para nosotros, en que Él lo padeció. 

Porque Dios nunca abandona, aunque lo parezca, y el Hijo soportó, por ti y por mí, el deseo de huir de la muerte en Getsemaní y la oscuridad de una soledad terrible mientras su Cuerpo pendía del Madero. Todo lo soportó para que el cáliz de la desolación tuyo y mío no nos arrebate, cuando llegue nuestra hora, la seguridad de que Dios nunca abandona a sus hijos.



martes, 22 de marzo de 2016

Descubriendo los sentimientos de Jesús

La liturgia nos propone hoy, de la mano de Juan, el Evangelio que narra parte de la Última Cena (Jn 13,21-33. 36-38).

Comienza el discípulo amado diciéndonos que Jesús, antes de anunciar la traición que iba a sufrir de parte de uno de sus íntimos, estaba profundamente conmovido.

Juan, que veía con los ojos del amor, había aprendido a reconocer y sintonizar con los sentimientos de su Maestro y Señor.


Vamos a procurar, acudiendo a la intercesión del apóstol, avanzar por el sendero que nos introduce en el misterio insondable de los sentimientos de Jesús. Vamos a recostarnos sobre el pecho del Señor para escuchar los latidos de su Corazón. Así descubriremos que, en verdad, asumió todo lo humano y lo elevó hasta límites insospechados. Intuyo que es éste el camino para ser, cada día, un poco más humanos.




lunes, 21 de marzo de 2016

Derrámate!!!


Acompañamos hoy a Jesús a la casa de Marta, María y Lázaro. Los tres hermanos le ofrecen una cena, como tantas veces habían hecho. Sin embargo, esta cena es diferente, porque Jesús ha resucitado a Lázaro hace poco... (Jn 12,1-11).


María, en un derroche de amor, rompe un frasco de perfume de nardo y unge con Él los pies del Señor. Rompe el frasco, seguramente también precioso, para que no quede ni una gota; rompe el frasco, porque el envase ya ha cumplido su misión: custodiar el costosísimo perfume hasta que fuera derramado sobre el Cuerpo de su Amado.

Escucha en tu interior al Espíritu. Puede que te pida que hagas tú lo mismo: romper el frasco y derramar su contenido, derramándote tú con él, sobre Jesús. Derrámate, perdiéndote, para que tu perfume llene también toda la casa como aquel día memorable llenó el hogar de Betania, reposo y refugio de Jesús.



domingo, 20 de marzo de 2016

Dejándose desatar

El gozo de ver a Jesús entrando triunfante en Jerusalén, se ve empañado por la sombra de la traición y de la muerte... Pero hoy, el Señor disfruta viéndose envuelto en esta explosión de alegría. Vamos a acompañarlo también tú y yo olvidándonos del resto...

El relato de la Pasión proclamado hoy en la Misa (Lc 22,14-23,56) comienza con una confesión entrañable de Jesús: su deseo de comer la pascua con los suyos.

Y antes no sólo se deja vitorear y aclamar, sino que incluso prepara la entrada en la ciudad santa pidiendo a dos de sus discípulos que se adelanten para que se hagan con su cabalgadura: un borrico que le servirá de trono y que es desatado para portar al Señor, que dice necesitar de él.

¡Qué humildad y qué mansedumbre la de Jesús que ha querido "necesitar" de nosotros y de nuestras cosas! ¿Necesitar? ¿Él? Eso afirma. Pienso que lo que en realidad necesita su amor es vernos liberados de nuestras ataduras para que lleguemos a ser hombres y mujeres de verdad poniéndonos a su servicio, que libera y eleva.

Vamos a dejarnos desatar por los que Jesús envía a nuestras vidas para liberarnos: personas, acontecimientos externos e internos... Todo eso que, de un modo u otro, incide en nuestras vidas tiene como objetivo prepararnos para que sirvamos al Señor como Él desea ser servido. ¿Por qué no le pedimos la gracia de dejamos desatar para ser sólo de Él?



sábado, 19 de marzo de 2016

Dios bendice la rectitud

Celebramos hoy un alto en el camino de la cuaresma. Es San José quien nos proporciona estas horas entrañables de descanso invitándonos a pasarlas en silencio, junto a él, viviendo la intimidad de su vida hogareña con María y Jesús. Una vida hecha de luces y sombras, como la nuestra.

A su fiel custodia dejó el Padre lo más querido para Él: al Hijo y a la Madre. A José, un hombre normal, de carne y hueso, recto, justo. ¡Qué cercana nos resulta su figura! En todo: en sus oscuridades, en sus perplejidades ante los planes de Dios, en sus dudas, en sus temores, en sus equivocaciones...

Porque José se equivocó al decidir repudiar a María. Pero como tomó esa decisión con una absoluta rectitud de intención, Dios la recondujo para que Su voluntad se cumpliera realmente en quien había designado como padre en la tierra de su Hijo (Mt 1,16. 18-21, 24a).

¡Qué descanso y qué alegría para nosotros! No tenemos que acertar en nuestras decisiones; basta con tomarlas con un corazón sincero para que el Señor nos indique cómo enderezar el camino en caso de haberlo torcido.


Vamos a pedir a José, el carpintero de Nazaret esposo de María y padre de Jesús, que acompañe nuestras vidas para que nosotros también optemos en ellas con rectitud y transparencia de corazón. Vamos a pedirle que nos acompañe en nuestras búsquedas angustiosas cuando hayamos perdido a Jesús enredados en las distracciones del camino (Lc 2,41-51a). Vamos a pedirle que nos enseñe a vivir en el silencio y la humildad de la casa de Nazaret sirviendo en ella siempre a Jesús y a su Madre. Él es un buen maestro en este arte. Ojalá estemos bien atentos a su enseñanza.


Hoy es fiesta, una fiesta grande. Por eso te deseamos que pases un feliz día del más feliz de todos los santos.

viernes, 18 de marzo de 2016

Dios con nosotros

El profeta Jeremías sufre al conocer los planes homicidas que tramaban contra Él los que se decían sus amigos. Pero al sufrimiento y al temor se contrapone su confianza en Dios, que está con él (20,10-13).

En estos días que preceden a la Pascua, también Jesús experimenta cómo se va estrechando el lazo que pretender acabar con su vida pero, una vez más, logra escapar de sus enemigos para continuar su misión (Jn 10,31-42). El Padre está con Él: ¡¡¡si es Su Hijo!!!

No sabemos el modo en que Jesús experimentó esta compañía en las horas previas a Su Pasión. Sí que sabemos, porque Él mismo nos lo dice, que mientras agonizaba vivió la angustia del abandono total por parte del Padre.

Por eso podemos acudir a Él con confianza cuando no veamos nada, cuando nos sintamos acorralados, o ignorados, o despreciados: ¿cómo no va a compadecerse de nosotros habiendo pasado Él por el mismo trance?


Sabemos que Dios nunca nos deja, aunque sintamos justo lo contrario. Porque Dios no miente y Su Verdad no es una Verdad teórica: se ha hecho carne para decirnos con su encarnación que no nos abandona a nuestra suerte, que está con nosotros.




jueves, 17 de marzo de 2016

Una generosidad sin medida

Impresiona escuchar las "condiciones" de la Alianza que Dios sella con Abrahán (Gn 17,3-9). Y es que, entre los compromisos de las dos partes de este pacto eterno, media una distancia infinita: Dios dará a Abrahán una descendencia innumerable y la posesión de la tierra en la que peregrina como posesión perpetua. ¿A cambió de qué? A cambio de que él y sus hijos guardemos la Alianza.

Jesús, que está viviendo los últimos días en Jerusalén antes de su pasión, nos dice en qué consiste ese guardar la Alianza: guardando su palabra estaremos "cumpliendo" nuestra parte del pacto (Jn 8,51-59). Pero es que guardando su palabra viviremos para siempre. ¿No te parece una desproporción inusual la que se da en los términos de este pacto? ¿Qué ponemos nosotros? ¡Simplemente tenemos que acoger una palabra... que nos da la vida eterna!

Así es nuestro Dios: nos ha creado para hacernos participar de su vida, una vida que no acaba, una vida plena, divina... ¿Por qué? Por puro amor, desinteresado e infinito; porque es la suya una generosidad sin medida que se sale de nuestros esquemas, incomprensible por inabarcable. Vamos a darLe gracias hoy por todo, por tanto, al ritmo de los latidos de un corazón en el que Jesús quiere habitar para regalarnos su Vida.



miércoles, 16 de marzo de 2016

La Verdad que nos libera

Nos habla la lectura del libro de Daniel de la fidelidad de los tres jóvenes que, desafiando la orden de Nabucodonosor de que dieran culto a otros dioses, permanecieron en la confianza de que su Dios no les iba a fallar. No acataron la ley injusta y el rey pagano se convirtió (Daniel 3,14-20. 91-92. 95.).

Dios siempre nos libra, aunque aparentemente sucumbamos al más estrepitoso fracaso; el Señor nunca falla, aunque nos parezca que nos ha dejado solos y que no escucha nuestras súplicas. Porque el Dios que se encarnó haciéndose uno de nosotros y que afirma que es su delicia estar con los hijos de los hombres, vive en medio de nosotros y actúa continuamente su salvación en nuestras vidas, aunque no seamos capaces de descubrir los efectos de esa salvación que nos hace libres.

Quizá la causa de nuestra falta de visión sea que dirigimos nuestra atención al lugar equivocado esperando no se sabe qué cosas. Cuando lo que el Señor espera de nosotros es una fe confiada y absoluta en su amor providente. 

Jesús nos promete en el Evangelio de hoy que, si nos mantenemos en Su Palabra, conoceremos la Verdad que nos hará libres (Jn 8,31-42). Esa Palabra y esa Verdad que son Él mismo. Por su promesa podemos estar seguros de que, si no le damos la espalda, el Señor nos irá descubriendo la verdad del Dios Padre que nunca abandona a sus hijos aunque nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia nos digan lo contrario. Fíate de Él y serás verdaderamente libre respecto a todo y, en concreto, en relación a eso que parece pero que, en realidad, no es.



martes, 15 de marzo de 2016

Creer salva

Cuando los israelitas caen en la cuenta de que han ofendido al Señor hablando contra Él y contra Moisés, acuden a éste para que interceda por ellos y les alcance el perdón. Así lo hace este amigo de Dios y el Señor les procura el remedio para las picaduras de serpiente (Números 21,4-9).

Tampoco nosotros respondemos al amor de Dios como Él espera, pero hay Uno que siempre hace lo que le agrada y que intercede continuamente por nosotros ante el Padre: Jesús. Y, como Él mismo nos dice en el Evangelio de hoy, basta con que creamos en Él para que no muramos por nuestros pecados (Jn 8,21-30). 

Sí, el Señor cargó con nuestras culpas y nos ha obtenido el perdón del Padre. En la Cruz, el lugar donde experimentó el Señor la mayor oscuridad y abandono más desolador, han sido clavadas nuestras infidelidades y borradas para siempre. Porque Dios ya no las ve; sólo ve el sacrificio del Hijo. Creer esto es lo que nos salva; mirar a Cristo es lo que sana nuestras enfermedades y nos devuelve la salud. El que fue traspasado por la lanza, nos ha alcanzado del Padre el Espíritu Santo que va descubriendo en nosotros Su imagen para alegría del Padre.



lunes, 14 de marzo de 2016

La única seguridad

La lectura del profeta Daniel nos recuerda la historia de Susana, acusada falsamente, y la confianza de esta mujer en el Señor (13,1-9. 15-17. 19-30. 33-62).

La oración que brota de su corazón en medio de la angustia por la inminencia de la muerte a la que se la condena injustamente, es un ejemplo para nosotros. Sabemos que Dios es un Padre amoroso que nos cuida constantemente; sabemos que no nos falla y que su poder nunca deja que el mal nos muerda si no es para sacar de ese mal un bien mayor... Todo esto lo sabemos en teoría pero lo verdaderamente importante es que, cuando la vida nos depare la "oportunidad" de vivir estas verdades, no la dejemos pasar para que eso que "sabemos" se convierta en realidad.

Todo es gracia: la posibilidad que el Señor nos da de ir conociendo Su Corazón cada día un poco más; y la oportunidad de experimentar en nuestro día a día eso que nos va revelando de Sí Mismo. 

Vamos a decirLe muchas veces, en la intimidad de nuestro corazón, que confiamos en Él y que deseamos abandonarnos del todo a Su voluntad. Y vamos a pedirLe que, cuando llegue el momento de la prueba, nos conceda la gracia de vivir esa confianza y ese abandono aún en medio de oscuridad y sufrimiento. 

Sabemos que Él nunca falla: su misericordia nos sostendrá y capacitará para saborear de verdad esta realidad que ha de constituir nuestra única seguridad.



domingo, 13 de marzo de 2016

Aprendiendo a mirar

Hoy, el profeta Isaías nos transmite, de parte del Señor, unas palabras que llenan nuestro corazón de esperanza (43,16-21). La promesa de Dios de cuidar de sus elegidos -y eso somos cada uno de nosotros- viene precedida por una llamada: "No recordéis lo de antaño, mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?".

Pablo acogió esta llamada y, como nos dice en su carta a los Filipenses (3,8-14), sólo busca una cosa: correr hacia la meta, Cristo, olvidándose de lo que queda atrás y lanzándose hacia lo que está por delante. Esta misma es la propuesta de Jesús tras preguntar a la adúltera por la condena de sus acusadores (Jn 8,1-11): "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante, no peques más".

El que hace nuevas todas las cosas nos da Su gracia para que aprendamos a "mirar" lo Su obra. Esa novedad que nos promete se está fraguando ya y, si estamos atentos a lo que hace en nuestra vida y en la de los demás, la descubriremos. La disposición que este hallazgo exige es que nos liberemos de lo de antaño, que no nos dejemos atrapar por lo que pasó pensando que aquello era mejor que esto. Porque con ese "permanecer" en lo viejo anulamos la gracia que recibimos del Señor para descubrir lo nuevo.


Ojalá que tú y yo nos dejemos conducir por el Espíritu para descubrir lo que ya está brotando; ojalá nos dejemos enseñar por Él para aprender a "mirar" dejándonos seducir por lo que está delante. Porque es eso precisamente lo que nos lleva a alcanzar nuestra meta: Jesús Resucitado.




sábado, 12 de marzo de 2016

Tarea y tiempo: dones de Dios

El Evangelio de hoy nos presenta las maquinaciones del sanedrín para quitar de en medio a Jesús (Jn 7,40-53). Pero el Señor aún no ha concluido la tarea encomendada por el Padre, todavía no ha llegado su hora, y el poder de sus enemigos está frenado: aunque quieren no pueden realizar los planes homicidas que traman en su ceguera contra Él.

Pensaba que, como Jesús, a ti y a mí el Padre nos ha encomendado una tarea. Y con la tarea nos regala el tiempo necesario para llevarla a cabo. Ni más, ni menos. Tarea y tiempo son dones que su amor infinito nos regala para que lleguemos a la plenitud: la identificación con el Hijo.


Vamos a disponernos, con la ayuda de nuestra Madre, para acoger estos dones que nos hacen vivir en y de la voluntad de Dios. Esto es lo que dará sentido a nuestra vida, a nuestra tarea, a nuestro tiempo.




viernes, 11 de marzo de 2016

Las apariencias engañan

Nos recuerda la lectura del libro de la Sabiduría (2,1a. 12-22) que nuestro modo de razonar está muy lejos de alcanzar el modo de actuar y ser de Dios. Y es que, como Él mismo nos dice, no conocemos Sus secretos.

Jesús vuelve sobre esto mismo en el Evangelio (Jn 7,1-2): dudan algunos si es el Mesías porque saben quién es y de dónde viene y, como afirman, el origen del libertador que esperan no podrá ser conocido por ellos nunca. El Señor sale al paso de esta "objeción" diciéndoles que, en realidad, no conocen a Aquel de Quien Él procede.


Y es que las apariencias engañan y lo que nuestros ojos alcanzan a ver no es, ni mucho menos, lo que ve Dios. Aunque, si nos dejamos iluminar por su Espíritu, podremos hacernos cada vez más conscientes de esta verdad: que sus caminos no son los nuestros ni su modo de actuar el que esperamos. 

Pienso que saber esto es ya mucho y que desear con toda el alma que todo sea, en verdad, según su voluntad el camino de la verdadera sabiduría.




jueves, 10 de marzo de 2016

Un Amor que nos hace invencibles

Nos recuerda hoy el libro del Éxodo la infidelidad del pueblo de Israel adorando el becerro de oro y la intercesión de Moisés para apartar de él la ira del Señor por su idolatría (32,7-14).

La historia de este pueblo es también la tuya y la mía. Porque nos olvidamos muy pronto de las maravillas que el Señor ha hecho en nuestra vida y acudimos a los ídolos que nos fabricamos poniéndolos en el lugar que sólo a Él le corresponde. Así, nos quedamos "enganchados" en nuestra propia valía -¿propia?- haciendo depender nuestra alegría de lo que los demás piensen de nosotros; nos volcamos hasta la extenuación en nuestro trabajo "adorando" nuestra eficacia y buen hacer; "idolatramos" normas y leyes que, en lugar de acercarnos al Señor lo ocultan a nuestra vista acaparando nuestro corazón... Te invito a que continúes tú esta lista en Su Presencia...


Esto sucede, pero no te apures. Porque del mismo modo que el pueblo contaba con la intercesión de Moisés para alcanzar el perdón de Dios, tú y yo contamos con Jesús, que es más que Moisés. Él, con su intercesión constante ante el Padre, renueva en nosotros el deseo de ser solo de Dios y para Dios. Él, que es el canal de la misericordia del Padre, acoge nuestras miserias y borra nuestras infidelidades alcanzándonos un nuevo comienzo cada vez que tropezamos.


Por eso podemos andar confiados y alegres: porque hay Uno que hace nuestro Su Amor al Padre. Con ese Amor, te lo aseguro, somos invencibles.



miércoles, 9 de marzo de 2016

Volar como las águilas

La lectura del profeta Isaías nos recuerda la vida que el Señor nos ha preparado, su compasión, su continuo volcarse en nosotros como una madre... (49,8-15).

El que siempre responde, el que siempre salva y auxilia, el que consuela y se compadece de los que ponen en Él su confianza, no deja de prometernos una vida plena, auténtica, feliz... una vida que es la Vida.

Nosotros esperamos el cumplimiento de esa promesa, pero esperamos muy por debajo de lo que Él quiere darnos porque no nos podemos hacer idea de lo que Dios nos ha preparado... Esperamos, soñamos, deseamos... pero por grandes que sean nuestra esperanza, nuestros sueños, nuestros deseos, no conseguiremos ni siquiera vislumbrar los de Dios para con nosotros.

Por eso hoy, disfrutando de esta vida eterna que nos pertenece porque tenemos la inmensa suerte de escuchar la palabra de Jesús y de creer en el que lo ha enviado (Jn 5,24), podemos desear algo que, me parece, agrada al Señor. Vamos a desear con todas nuestras fuerzas que sus promesas se cumplan en nuestras vidas a su modo, como y cuando Él quiera. Porque confiamos en Él y sabemos que nuestras aspiraciones, por grandes que puedan parecernos, están muy pegadas al suelo. Y tú y yo hemos sido llamados a elevarnos, a volar como las águilas.



martes, 8 de marzo de 2016

Un Dios que se adelanta

Jesús no siempre espera a que le pidan algo para actuar. En ocasiones, como la que nos presenta el Evangelio de hoy, se adelanta preguntando al paralítico si quiere quedar sano (Jn 5,1-3a. 5-16).

La respuesta del enfermo resulta desconcertante: no responde simple y llanamente con un "sí" que sería, por otra parte, lo más lógico. En lugar de eso, desahoga en Jesús su pena por no tener a nadie que lo introduzca en la piscina cuando se remueve el agua. El Señor no parece seguir la conversación; se limita a ordenarle de que se ponga en pie y comience a andar.

Muchas veces Jesús se adelanta a nuestras necesidades, Él que las conoce mejor que nadie, y nos pregunta... Y nosotros, como aquel hombre, nos perdemos en enumerar excusas o en desgranar quejas sin ser conscientes de que para Dios no hay nada imposible y de que, si nos pregunta, es porque quiere hacer algo por nosotros.

Pero, ¿queremos de verdad ser curados por Jesús o preferimos seguir postrados en nuestra "camilla"? Porque Él nos devuelve la "salud" para que nos pongamos en marcha... Ojalá estemos dispuestos hoy y siempre a caminar tras Él cueste lo que cueste.





lunes, 7 de marzo de 2016

Escuchar para creer

Hoy el profeta Isaías nos anuncia de parte del Señor la creación de un cielo nuevo y una tierra nueva y la alegría por esta creación en la que no habrá gemidos, ni llantos, ni niños malogrados (65,17-21).

Pensaba que, sin duda, una alegría similar a ésta que describe el profeta debió sentir el funcionario real del Evangelio de hoy cuando escuchó al Señor decir que su hijo estaba curado (Jn 4,43-54). Nos dice Juan que creyó en la palabra de Jesús y que se puso en camino.

Como aquel hombre también tú y yo podemos empezar a disfrutar de esa nueva creación de la que nos habla Isaías si de verdad nos hemos encontrado con el Señor. En nuestra vida todavía existen el llanto y la tristeza, pero si creemos en la palabra de Jesús sabemos que todo eso redundará en nuestro bien y en el de los demás si sabemos unirnos a los sufrimientos del Redentor cuando el dolor llama a nuestra puerta. 

El dolor y la muerte no tienen la última palabra. Esto lo descubrimos mirando la vida de Jesús y atendiendo al anhelo de plenitud que Él ha puesto en nuestro corazón. ¿No te parece que, después del encuentro con el Señor en esas "horas bajas", seremos capaces de ponernos de nuevo en camino como hizo aquel hombre? Yo creo que sí, que tras escuchar las palabras de Jesús, todo lo que nos suceda cobrará un sentido nuevo porque Él se lo dará. La clave está en aprender a escuchar. Sí, no lo dudes, si aprendemos a  escucharLe, creeremos.





domingo, 6 de marzo de 2016

Una Providencia amorosa

Las lecturas que nos propone la liturgia de hoy, son un canto a la Providencia de un Dios que es Padre y que no deja de cuidar de sus hijos.

El libro de Josué (5,9a. 10-12) nos recuerda que Dios sólo dejó de enviar el maná con el que alimentaba a su pueblo cuando la tierra a la que lo condujo le dio la primera cosecha. Es el mismo Dios que, como nos dice Pablo en Co 5,17-21, ha reconciliado al mundo en su Hijo sin pedirle cuentas de sus pecados. Es el Dios Padre que comparte todo lo suyo con sus hijos y que, cuando estos malgastan y derrochan unos bienes que no recibieron por méritos propios sino por simple y amorosa liberalidad de su Padre, les restituye su dignidad de hijos sin más. Porque le basta el simple gesto de que se dejen abrazar por Él para hacer borrón y cuenta nueva (Lc 15,1-3).

Éste es nuestro Dios. Un Dios que es Providencia amorosa, cuidado solícito y pronto para los que ama, magnanimidad que derrocha sin límites su bondad sobre la creación entera y muy especialmente sobre todos y cada uno de los que fuimos creados a su imagen y semejanza.


Piénsalo, daLe gracias y haz tú lo mismo con todo lo que ha encomendado a tu cuidado; con todos aquellos que te ha confiado.

sábado, 5 de marzo de 2016

Conocer a Dios

Esta mañana Oseas nos anima a esforzarnos por conocer al Señor (6,1-6). En este conocimiento está la verdadera vida porque, como nos recuerda San Juan, "la vida eterna es que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (17,3).

Vamos a emplearnos a fondo en dejarnos conducir por el Espíritu para irnos adentrando en ese conocimiento de Dios que da la vida. A medida que penetremos en su misterio, guiados por su luz y su gracia, entenderemos qué es lo que espera de nosotros y, animados por su fuerza, se lo daremos sin regatear esfuerzo alguno.



viernes, 4 de marzo de 2016

Cuestión de Amor

Hoy Jesús nos recuerda los dos mandamientos mayores: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mc 12,28-34).

Vivir estos mandamientos sería del todo imposible sin la asistencia de la gracia que Jesús nos ha ganado con su encarnación, muerte y resurrección. A medida que nos vamos dejando empapar por el agua de Su Espíritu, que Le permitimos que nos modele y transforme nuestro corazón, el mandamiento del amor se va haciendo realidad en nuestra vida de manera progresiva, misteriosa, real.


Nuestro amor no puede sino beber del Amor que es Dios mismo. Paradójicamente, amamos a Dios y a los demás con el Amor que Él nos da. Es el Suyo un Amor infinito, desinteresado, gratuito, que nos transforma y vuelve a Él arrastrándonos junto a todos los que amamos. 

Nuestro Dios, en un derroche continuo de misericordia, nos atrae hacia Sí poniéndonos de nuevo en el camino que conduce a la Vida cuando nos salimos de él. Porque, como nos recuerda a través del profeta Oseas en la primera lectura (14,2-10), el Señor nos cura de nuestros extravíos y nos ama sin que lo merezcamos. Aquí radica el poder y la fuerza de nuestro amor: no somos nosotros quienes amamos, sino que es el Espíritu Quien ama en nosotros y a través de nosotros... si lo dejamos. 

jueves, 3 de marzo de 2016

Tras la conquista de la unidad

Hoy Jesús nos propone un camino seguro para la propia unificación con nosotros mismos, con los demás, con el mundo... Él Mismo es el camino hacia la unificación interior, ese estado que nos permite vivir en plenitud y que se alcanza en la medida en que vivimos unidos a Él (Lc 11,14-23).

Vivimos en un mundo enfermo de esquizofrenia, un mundo de apariencias en el que reina la incoherencia en una suerte de baile en el que lo que se piensa, lo que se dice y el modo en que se actúa danzan cada uno a su aire, por separado. Esto termina enfermando. Acabamos viviendo en una mentira, el cáncer de nuestra sociedad que, por ser de ella es también nuestro...

La unificación interior es un proceso: el Espíritu Santo lo va realizando a medida que nos va configurando con Jesús. "Estar" con Él; "recoger" con Él. Ésta es la propuesta del Señor hoy para que vayamos reconduciendo la multiplicidad a unidad, el ruido a silencio, la dispersión a concentración. 


Vamos a fijar nuestros ojos en Jesús rogándoLe que nos unifique en Él para que, desde la coherencia de vida, seamos artífices del Reino que ha venido a instaurar en el mundo para salvarlo. El fuego del Espíritu Santo operará esa transformación interior armonizando nuestros elementos dispersos en una amalgama transmisora del Amor que ha venido a traer a la tierra.


miércoles, 2 de marzo de 2016

Un cántico de acción de gracias

Hoy el Señor nos pide, a través de Moisés, que tengamos en cuenta sus preceptos para vivir una vida feliz. Y nos hace caer en el cuenta de la inmensa suerte que tenemos de que nos haya mostrado el camino con la mayor claridad de modo que no haya posibilidad de extravío (Dt 4,1. 5-9).

Continúa la lectura con una advertencia de Moisés: "Guárdate muy bien de olvidar los hechos que presenciaron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras te dure la vida". Esto me hacía "volver" sobre mi propia historia para agradecer al Señor las maravillas que ha hecho en ella; las veces en que, como hizo en otro tiempo con el pueblo elegido, me ha liberado de la esclavitud; las ocasiones en las que ha escuchado mis gritos y ha acudido en mi auxilio sacándome a "lugares" espaciosos... Sí, como reza el salmo 17: "Me libró porque me amaba".

Y pensaba que podía ser éste un buen día para dar gracias al Señor por todos esos hechos que han presenciado nuestros ojos. Ojalá que este recuerdo nos acompañe hasta el final de esta etapa vital para que comencemos la siguiente con un cántico de acción de gracias.



martes, 1 de marzo de 2016

Entrañas de misericordia

El profeta Daniel (3,25.34-43) pide en repetidas ocasiones al Señor que nos trate según su misericordia. Y Jesús nos recuerda hoy en el Evangelio que siempre podemos esperar de Dios el perdón y la misericordia, que derrocha abundantemente sobre nosotros (Mt 18,21-35).

Pero el Maestro señala una condición en la parábola que contó a los suyos, después de la pregunta de Pedro, para recibir el perdón de Dios: que nosotros tratemos a los demás como el Padre nos trata. Porque no podemos esperar de Dios nada que no estemos dispuestos a dar a los demás. 

Pensaba que resulta realmente difícil maltratar a los que tenemos cerca cuando nos sentimos amados por Dios. Porque ese amor convierte nuestro corazón de piedra en un corazón de carne semejante al que Él mismo tuvo. Por eso la dureza de corazón, la crueldad, la indiferencia que volcamos en nuestro prójimo denotan una falta real de trato con Dios, por mucho que recemos. Y es que, como decía el Papa hace unos días: "Dime cómo es tu vida y te diré cómo es tu oración".


Vamos a mirar con sinceridad a nuestra vida: ella es el termómetro de la autenticidad de nuestra relación con Dios. Y, cuando veamos nuestras incoherencias, pidamos a Dios su misericordia, no sólo para que perdone nuestros pecados, sino para poderla derrochar con los que viven a nuestro lado. Porque si no hacemos esto, no tenemos ni siquiera derecho a pedirla para nosotros.