lunes, 21 de noviembre de 2016

En las alas del Espíritu

Hoy la liturgia nos propone el Evangelio de la viuda pobre que echa en el cepillo del Templo todo lo que tiene para vivir (Lc 21,1-4).

La generosidad de esta mujer nos habla de su confianza en el cuidado de Dios y de su libertad absoluta para entregarse del todo a Sus planes. Su actitud es un ejemplo para los que aspiramos a vivir en plenitud la vida que se nos ha regalado siendo cada día un poco más libres.

La libertad de no estar atado a ninguna seguridad, ni siquiera a la que apunta a la satisfacción de las necesidades más básicas del ser humano, es necesaria para ser sólo del Señor, para que Su Nombre y el de Su Padre sean los que nos identifiquen como sucede con los ciento cuarenta y cuatro mil de los que nos habla la lectura del Apocalipsis (14,1-3. 4b-5). Esos son los únicos que pueden aprender el cántico nuevo de alabanza al Dios Señor de la Historia y los que siguen al Cordero adonde quiera que vaya: los que han vivido sin seguridades; mejor aún: los que viven en la única Seguridad que es Dios mismo.


Hoy celebramos la memoria de la presentación de la Virgen en el Templo. Ella se entregó al Señor sin condiciones, sin cálculos, abandonando todas sus seguridades en Aquel de Quien era amada de un modo singular y especialísimo y a Quien amaba como  jamás nadie lo hizo ni lo hará. 

Acudamos a la Señora para pedirle que nos lleve con Ella para presentarnos al Señor y que, si aún no lo tenemos, nos regale un deseo siempre creciente de vivir fiados solamente de Dios, de abandonar todas las falsas seguridades. 

Ojalá que no nos conformemos con vivir como vive la mayoría: aferrados a la tranquilidad que nos proporcionan las cosas, a la falsa seguridad que nos ofrece sentir que lo tenemos todo, que no nos falta de nada. Que la Virgen nos conceda en este día comenzar a soltar el lastre que nos impide volar y soñar poniendo sólo en el Señor nuestra confianza. Que, como Ella, entremos de lleno en ese plan que Dios ha diseñado para hacernos, desde ya, plenamente felices, alegre y confiadamente libres. Que nos decidamos, de una vez por todas, a vivir dejándonos llevar por el Espíritu de Dios.