lunes, 17 de octubre de 2016

Ser rico ante Dios

En el Evangelio de hoy, un hombre se acerca a Jesús para pedirLe que intervenga en su favor frente a su hermano por un problema con la herencia. Ante esta petición, extraña si miramos al resto de las que otras personas hacen a Jesús, el Señor responde con la parábola del rico preocupado únicamente por atesorar riquezas (Lc 12,13-21). Antes se dirige a los que lo siguen para decirles que se guarden de toda clase de codicia.

Quizá nos parezca exagerado este consejo del Señor: puede que el hombre pidiera para sí lo que en realidad le pertenecía. Sin embargo, Jesús contesta lo que contesta... Puede que lo hiciera para llamar la atención del hombre sobre lo verdaderamente importante liberándole así de ese problema familiar que le tenía atrapado. No sabemos. Pero esto puede servirnos para hacer una breve reflexión.

Os invito a mirar con detenimiento qué es lo que pedimos a Jesús, qué esperamos de Él. Porque son nuestras peticiones, nuestras ilusiones y esperanzas el termómetro que mide nuestra temperatura espiritual. Este Evangelio nos da pie para preguntarnos cuáles son las "riquezas" que pedimos al Señor; qué "cosas" nos afanamos por atesorar. Y rápidamente, sin detenernos demasiado en nosotros mismos para no desviar nuestra atención del único que la merece, Jesús, pidámosLe que tenga misericordia de nosotros y nos muestre a lo largo de la jornada cómo podemos ser ricos ante Dios. Si se lo pedimos y aguardamos Su respuesta ten seguridad de que, de un modo u otro, en uno u otro momento, nos contestará.