domingo, 30 de octubre de 2016

Un deseo que descomplica

Hoy san Lucas nos cuenta un encuentro lleno de simbolismo para nosotros: el del Señor con Zaqueo (19,1-10), ese hombre bajito que, para poder ver pasar al Señor, tuvo que subirse a un árbol.

Zaqueo, tras cavilar sobre el modo de alcanzar su objetivo, trepó al sicómoro. Su propósito era, únicamente, ver al Señor. Sin embargo, como siempre sucede con Jesús, recibió muchísimo más: el Señor "se invitó" a ir a su casa.

Con estas palabras se dirige al jefe de publicanos: "Zaqueo, baja enseguida". Escucha la voz del Señor diciéndote lo mismo a ti hoy y ahora: "baja enseguida". Porque, como uno de los "síntomas" de nuestra pobreza es la complicación, a veces, con el deseo de "ver" al Señor, hacemos cosas complicadas. No pasa nada: Jesús nos conoce y lo sabe. A Él Le basta nuestro deseo de encontrarnos con Él para "descomplicarnos" y que se produzca el encuentro deseado.

Vamos a desear de verdad este encuentro; vamos a hacer lo que se nos ocurra, dentro de nuestra limitación y pobreza, para que se produzca. Esto conmoverá sin duda el Corazón del Señor que se apresurará a venir en nuestro encuentro y a descomplicarnos. 

Que esta sea hoy nuestra oración; que Le pidamos la sencillez y la descomplicación y que se aprendamos a esperar paciente y humildemente en nuestro "árbol", expectantes, hasta que la voz del Señor venga en nuestra ayuda para hacernos sencillos y humildes. No dudes de que, si lo deseamos de veras, sucederá.




viernes, 28 de octubre de 2016

Montaña y llano

Comienza el Evangelio de hoy (Lc 6,12-19) diciéndonos que Jesús subió a la montaña a orar y pasó toda la noche orando a Dios antes de elegir a Sus apóstoles; tras la elección, bajó con ellos y se paró en un llano.


Si tú y yo queremos, el Señor nos lleva consigo a orar. Sí, en Su oración estamos presentes porque no deja de interceder por nosotros y, además, si permanecemos a Su lado mientras ora, en el momento oportuno nos comunicará lo que el Padre quiere de nosotros.

Cuando concluye ese tiempo dedicado en exclusiva a Dios, Jesús "baja" con nosotros y permanece a nuestro lado en medio del ajetreo diario: "baja" hasta nosotros y nuestras cosas, sin dejar de acompañarnos en todo lo que nos sucede, y "se para" junto a nosotros mientras permanecemos "en llano", es decir, en todas esas situaciones ordinarias en las que ni siquiera reparamos en Su Presencia.


Que Su Espíritu nos regale hoy y siempre la conciencia de esa Presencia que jamás nos abandona y que, cuando el Señor nos llame, acudamos a Su lado para contemplarlo mientras ora al Padre.



jueves, 27 de octubre de 2016

El Señor que viene

El Evangelio de hoy (Lc 13,31-35) termina con estas palabras del Señor: "Os digo que no me volveréis a ver hasta el día en que exclaméis: bendito el que viene en nombre del Señor".

Jesús viene continuamente a nosotros. A lo largo de la jornada lo hará de múltiples maneras: a través de acontecimientos, encuentros, desencuentros, palabras, silencios... Sólo tenemos que pedírselo de verdad para que Él nos conceda verLe en todos y en cada uno, en cada cosa. Vamos a decirLe, acompañándonos unos a otros en esta bendición  que es a la vez alabanza y súplica: "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".



miércoles, 26 de octubre de 2016

La puerta estrecha

Hoy Jesús nos exhorta a esforzarnos en entrar por la puerta estrecha (Lc 13,22-30). Sí, el Señor nos habla de esfuerzo, aunque sabemos bien que todo es gracia y que sin Él no podemos nada. Y es que la contrapartida de Su gracia se encuentra en la respuesta de nuestra libertad.

Puede que el esfuerzo del que habla Jesús hoy se refiera a esta respuesta personal a Sus llamadas, a nuestra adhesión a Sus propuestas, aunque esta respuesta y esta adhesión no puedan pasar del nivel del deseo. El Señor se conforma con muy poco porque sabe de qué pasta estamos hechos.

¿Sabes? Me parece que basta con decirLe que queremos secundar las inspiraciones de Su Espíritu, que deseamos acoger lo que nos propone y vivir según Su vida, para que Él haga el resto que, en realidad, es todo.


Por eso vamos a decirLe hoy que queremos entrar por esa puerta estrecha de la que Él nos habla hoy. Pero vamos de decírselo de verdad, con toda el alma, aunque ni siquiera entendamos qué es lo que quiere decirnos cuando nos anima a pasar por la puerta estrecha. ¿Qué más da? Sabemos que Quien nos lo pide ha dado Su vida por nosotros, que es nuestro Abogado ante al Padre y que no cesa de rogar para que nos dejemos inundar por Su gracia, para que nos dejemos modelar por Su Espíritu según Su Imagen. ¿Vamos a dudar de Alguien así? 


Queremos, Señor, por supuesto que queremos entrar por la puerta estrecha. Encárgate de señalarnos cuál es esa puerta para cada uno. Aunque bien sabemos que, en último término, esa Puerta eres Tú. Por eso te pedimos: ¡Enséñanos a pasar por Ti, Señor!



martes, 25 de octubre de 2016

Buscadores del Reino

Lo que en el Antiguo Testamento era una llamada de Dios al hombre para que buscara Su Rostro, en el Nuevo se identifica con la búsqueda del Reino.

El Reino es Jesús mismo; Dios con nosotros. Nuestra meta es Él; nuestro premio es el Señor. Y la felicidad auténtica, la vida en plenitud que llamamos vida eterna, comienza ya aquí si procuramos conocerLe cada día un poco más para poder amarLe cada vez mejor.

El Reino ya está en nosotros, nos dirá Jesús. Porque ese Reino es Su Espíritu que nos habita y que, si Le dejamos, nos va transformando en el Hijo para que los que nos rodean puedan disfrutar de Su Presencia, esa Presencia que despertará en ellos la necesidad de buscarLe para encontrarse con Él.

Sí, el Reino, al modo del granito de mostaza o de la levadura que hace fermentar la masa (Lc 13,18-21), es algo pequeño, imperceptible para aquellos que no lo quieren. Porque el Reino sólo "crece" si la libertad del hombre lo acoge y "le da permiso" para expandirse... Y es que el Señor es un caballero y ha decido quedar sujeto a nuestra libertad para mostrarSe y actuar, porque no quiere tener esclavos sino hijos.

¿Cómo buscar el Reino que está en nuestro interior? La Palabra del Señor y Su Cuerpo son los guías que nos conducirán hasta hallarlo en lo más profundo, donde Él ha querido hacer Su casa. Que, cuando lo encontremos, nos olvidemos de todo lo que no es Él para dedicarnos, bajo la luz y el impulso del Espíritu Santo, a cuidarlo para que crezca y llegue a convertirse en refugio y hogar para todos los que viven con nosotros.



lunes, 24 de octubre de 2016

La iniciativa es de Dios

Hoy Lucas relata la curación de la mujer encorvada mientras Jesús predica en una sinagoga (13,10-17). Los detalles que nos da el evangelista son reveladores: en esta ocasión la mujer no se acerca a Jesús a pedirLe el milagro. Simplemente estaba allí. La iniciativa parte de Jesús que la ve y la llama para anunciarLe que queda libre de esa enfermedad que duraba ya dieciocho años.

Y pensaba que Jesús muchas veces se conforma con que estemos en Su "radio de acción"; nada más... y nada menos. Él siempre nos ve y nos llama. Nosotros sólo tenemos que acercarnos y escuchar sus palabras sanadoras, liberadoras.

Piensa cómo puedes hoy "dejarte ver" por el Señor; pídeLe que te conceda la gracia de "estar". Y escucha su llamada, esa llamada que únicamente pretende liberarte de todo eso que te ata.



domingo, 23 de octubre de 2016

La pobreza que enamora a Dios

El Evangelio de Lucas (18,9-14) nos presenta hoy la parábola de Jesús que recoge dos modos muy distintos de orar: la oración del fariseo, que se cree por encima de todos los demás por considerarse mejor que ellos, y la del publicano, que se considera un pecador.

Muchas cosas puede sugerirte hoy el Espíritu del Señor si te detienes a paladear estas palabras en Su Presencia. ¡Con cuántas enseñanzas nos enriquece el Paráclito si sabemos hacer silencio para escuchar lo que tiene que decirnos!

Mira al fariseo, que invierte su "tiempo" de oración para mirarse a sí mismo y compararse con los demás. Observa atentamente la actitud del publicano, que se desnuda ante Dios sin reparar en nada más. Y pide, para ti y para mí, esta sencillez y esta verdad que nos permitan descubrirnos ante Dios como lo que somos: pobres pecadores que necesitan Su compasión y Su amor incondicional para seguir viviendo.



sábado, 22 de octubre de 2016

Dejándonos cuidar

Hoy san Pablo nos recuerda en su carta a los Efesios (4,7-16) que a cada uno se nos ha dado la gracia  necesaria para que podamos cooperar en la edificación del Cuerpo de Cristo. Así, respondiendo a esa gracia, vamos creciendo hacia el Señor, Cabeza de ese Cuerpo del que formamos parte, al mismo tiempo que hacemos crecer a los demás y todas las cosas por una comunión misteriosa pero real que nos une en el Señor a todo lo que existe. Este crecimiento, fruto del cuidado de Dios para con todas sus criaturas, responde a su plan salvífico y, por lo tanto, a nuestra felicidad y plenitud.


Jesús nos dice lo mismo en el Evangelio de hoy empleando la parábola de la higuera (Lc 13,1-9). Él no deja de cuidarnos y de interceder por nosotros ante el Padre para que respondamos a Sus desvelos y acojamos Su gracia, esa que nos permitirá dar el fruto que Dios espera de nosotros.




viernes, 21 de octubre de 2016

Descubriendo la melodía de Su voluntad

Hoy Jesús hace una llamada a nuestra responsabilidad: sabemos muchas cosas acerca del comportamiento de la naturaleza y de otros asuntos. Sin embargo, nuestro nivel de conocimiento de Él y de Su plan de salvación sobre nuestra propia vida y sobre el mundo es bastante inferior (Lc 12,54-59).

Nos olvidamos de que es el mismo Espíritu del Señor el que habita en nosotros sugiriéndonos, orientándonos, indicándonos cómo hemos de vivir para hacerlo según la voluntad del Padre. Pero son otras voces las que escuchamos. Sí, ruidos de diversa índole sofocan los susurros que el Espíritu pronuncia desde nuestro interior y que sólo son audibles por los oídos del alma si prestamos atención a ellos, si deseamos de verdad escucharlos.

Tú y yo tenemos el deber de vivir sin miedo porque nos asiste el Paráclito. Dios mismo ha hecho morada en nosotros, nos comunica continuamente Su voluntad y nos regala el coraje y la valentía para vivir según ella.

Ojalá que nos atrevamos a vivir así, interpretando los mensajes que continuamente el Señor nos hace llegar por medio de Su Espíritu, el Maestro interior que nos enseña la sabiduría de leer lo que sucede en nosotros y a nuestro alrededor en la clave correcta, esa clave que nos permite ir componiendo la melodía de salvación que forman esas "piezas" con las que nos encontramos en nuestro día a día. Porque aunque a primera vista nos parezca que no tienen nada que ver unas con otras, todas, absolutamente todas, forman parte del plan amoroso de Dios para nuestra vida.



jueves, 20 de octubre de 2016

La impaciencia y la angustia de un Dios encarnado

Hoy escuchamos a Jesús exclamar: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!" (Lc 12, 49-50).

El Señor, consciente de Su misión, desea con toda su alma que se realice... y siente impaciencia mientras espera Su hora; conocedor del precio que ha de pagar, siente la angustia de lo que está por venir sin terminar de llegar... Sí, Jesús es plenamente humano; sus sentimientos son los de un hombre. Él ha asumido nuestra naturaleza con todas sus consecuencias para que podamos identificarnos con Él en todo y así poder llegar a ser lo que estamos llamados a ser: hijos en el Hijo.

Impaciencia santa, angustia en la espera de eso que sabemos ha de llegar pero no termina de hacerlo... ¿Cuándo y por qué sentimos impaciencia en nuestro día a día? ¿Cuál es la causa de nuestra angustia? Que el Espíritu Santo nos "enseñe" a hacer nuestros los sentimientos del Señor; que nos haga descubrir nuestra misión en esta vida y poner todo lo que somos y tenemos en juego para secundar Su gracia y colaborar en el cumplimiento de esa parte pequeña que nos compete en el gran plan de redención que el Padre tiene para el mundo. Y que nos conceda la gracia de sentir impaciencia y angustia sólo por lo que tenemos que sentirlas.



miércoles, 19 de octubre de 2016

Dando la ración debida

En el Evangelio de hoy el Señor nos exhorta a estar en vela esperando Su venida (Lc 12,39-48. Y responde a la pregunta de Pedro sobre si la parábola que ha pronunciado iba dirigida a ellos o a todos, diciendo que el administrador fiel es aquel que, aunque el amo no esté, hace lo que se le ha encomendado repartiendo la ración en el tiempo oportuno a quienes tiene el deber de cuidar.

También tú y yo somos administradores de los dones, las cualidades, las habilidades que nos han sido dadas por Dios de manera gratuita con la única condición de poner todo al servicio de los demás. Sí, el Señor ha querido que contribuyamos al crecimiento de nuestros hermanos procurando, con lo que nos ha dado, crear el ambiente propicio para ello.

Párate un momento y repasa todo lo que has recibido del Señor y dale gracias de corazón. Luego no te olvides de recordarte a ti mismo que has de dar a los demás de todo ello la "ración debida en el momento oportuno". El Espíritu Santo te ayudará a hacerlo si deseas de veras ser un administrador fiel y solícito como el de la parábola que hoy nos propone Jesús.



martes, 18 de octubre de 2016

Caminando con Jesús

Hoy Jesús nos anima a ponernos en camino sin llevar nada con nosotros (Lc 10,1-9). Y es que, para que nuestra vida sea eso que está llamada a ser, "basta" la Presencia de Jesús para caminar hasta coronar la meta que no es otra que la plena posesión de Dios.

Escucha a Jesús que te dice hoy: "Ánimo!!! Ponte en camino llevándoMe contigo en mi Cuerpo y mi Palabra. Con esto te basta para caminar: soy alimento para ti, consuelo en tu desaliento, apoyo y sostén para tu cansancio, orientación segura para que recuperes la ruta cuando la hayas perdido... ¡¡¡Ánimo!!! Que me tienes a mí y con eso basta".

Detente unos minutos para escuchar lo que quiere decirte. Y pídeLe con toda tu alma que ensanche tu capacidad de Él para que puedas recibirLe en tu vida en la medida exacta en que desea entregarSe a ti.



lunes, 17 de octubre de 2016

Ser rico ante Dios

En el Evangelio de hoy, un hombre se acerca a Jesús para pedirLe que intervenga en su favor frente a su hermano por un problema con la herencia. Ante esta petición, extraña si miramos al resto de las que otras personas hacen a Jesús, el Señor responde con la parábola del rico preocupado únicamente por atesorar riquezas (Lc 12,13-21). Antes se dirige a los que lo siguen para decirles que se guarden de toda clase de codicia.

Quizá nos parezca exagerado este consejo del Señor: puede que el hombre pidiera para sí lo que en realidad le pertenecía. Sin embargo, Jesús contesta lo que contesta... Puede que lo hiciera para llamar la atención del hombre sobre lo verdaderamente importante liberándole así de ese problema familiar que le tenía atrapado. No sabemos. Pero esto puede servirnos para hacer una breve reflexión.

Os invito a mirar con detenimiento qué es lo que pedimos a Jesús, qué esperamos de Él. Porque son nuestras peticiones, nuestras ilusiones y esperanzas el termómetro que mide nuestra temperatura espiritual. Este Evangelio nos da pie para preguntarnos cuáles son las "riquezas" que pedimos al Señor; qué "cosas" nos afanamos por atesorar. Y rápidamente, sin detenernos demasiado en nosotros mismos para no desviar nuestra atención del único que la merece, Jesús, pidámosLe que tenga misericordia de nosotros y nos muestre a lo largo de la jornada cómo podemos ser ricos ante Dios. Si se lo pedimos y aguardamos Su respuesta ten seguridad de que, de un modo u otro, en uno u otro momento, nos contestará.



domingo, 16 de octubre de 2016

Ensanchando la capacidad de desear

El Señor nos invita en el Evangelio de hoy a orar con insistencia, sin cansarnos, y nos asegura que el Padre siempre escucha nuestra oración. Para ello se sirve de la parábola de la viuda que no deja de insistir al juez inicuo hasta que le hace justicia (Lc 18,1-8).

Podemos preguntarnos cómo orar sin dejar espacio al desánimo cuando dudamos, no ya de la misericordia de Dios, inclinada siempre a satisfacer las necesidades de Sus hijos, sino de nuestra propia capacidad para orar. ¿No te sucede que, a veces, te preguntas si en realidad sabes orar o si lo que "haces" cuando pretendes dirigirte al Señor es verdaderamente oración? Porque en cuántas ocasiones -¡cada día!- tropiezas una y otra vez en tus propios límites cuando tratas de orar.

La lectura del Éxodo que hoy nos propone la liturgia (17,8-13) viene a sacarnos de nuestros pequeños desánimos. Verás...! Cuando Moisés ordena a Josué que ataque a Amalec, le dice: "Mañana yo estaré en pie en la cima del monte con el bastón de Dios en la mano". Sin embargo, un poco más adelante el relato nos cuenta que, mientras oraba, Moisés sintió cansancio, las manos le pesaban. Y los que le acompañaban tuvieron que facilitarle una piedra para que se sentara y sujetarle los brazos. Así, con la intercesión de Moisés, Josué venció a Amalec. Fíjate: las cosas no sucedieron como Moisés había previsto porque sus fuerzas le fallaron, pero se dejó ayudar y permaneció ahí, haciendo lo que buenamente podía, sin abandonar su puesto. 

Quizá el Señor quiera decirnos con esto que de lo que se trata es de no abandonar, de permanecer en nuestro pobre intento que casi siempre se limita a un deseo, el deseo de orar, de agradarLe en todo, de conocerLe cada vez mejor para amarLe cada día más. San Agustín nos dice que mantener este deseo es suficiente para que el Señor derrame Su gracia en nosotros. Así lo expresa este Padre de la Iglesia: "Nuestro Dios y Señor pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes, y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante".


Ojalá que sigamos este consejo del de Hipona y que perseveremos, como Moisés, en nuestros pobres esfuerzos que consisten tan sólo en desear creer en el Señor con una confianza cada vez mayor esperándolo todo de Él; en cultivar un deseo firme de amarLe con todo el corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro ser.






sábado, 15 de octubre de 2016

A quién acudimos?

El Evangelio de hoy (Mt 11,25-30) termina con la invitación del Señor para que acudamos a Él cuando estemos cansados y agobiados asegurándonos que será Él mismo Quien nos aliviará. Y continúa diciéndonos que aprendamos Su mansedumbre y Su humildad porque en ellas está el verdadero descanso.

A veces la vida nos coloca en situaciones difíciles y delicadas. En esos momentos sentimos que se estrecha el cerco y experimentamos una suerte de asfixia que amenaza con ahogarnos. ¿Has pensado alguna vez que quizá Jesús permita estas situaciones para que aprendas a buscar el alivio y el consuelo en Él, que es el único que puede proporcionártelos? 

Mira que las cosas no suceden porque sí y que todo, absolutamente todo, es utilizado por el Señor para atraernos hacia Sí. Él está deseoso de derramar sobre ti infinidad de dones y gracias que te perderías si no te acercaras al que es la Misericordia y el Amor infinitos. Ojalá que acudamos siempre a Él, en los buenos y en los malos momentos. Ojalá que nos dispongamos a recibir en nuestra pobreza todo lo que está dispuesto a darnos.






viernes, 14 de octubre de 2016

Saboreando la dulzura de Su Palabra

El Evangelio de hoy (Lc 12,1-7) termina con una invitación del Señor al abandono en la Providencia amorosa del Padre. Esa invitación te la hace hoy y ahora Jesús a ti; me la hace a mí... Pero es necesario que paremos un poco el ritmo para escuchar ese susurro suave con el que Dios habla en lo profundo de cada uno.

Todos llevamos muchas cosas en la cabeza: tareas por realizar, problemas que resolver, asuntos que despachar, deseos, ilusiones, fracasos... Estoy segura de que, si hiciéramos una lista, nos asombraríamos de todo lo que llevamos dentro aunque muchas veces no seamos conscientes de ello. Y, normalmente, afrontamos cada "cosa pendiente" contando con nuestras solas fuerzas, con nuestra formación, con nuestra pericia o experiencia para abordar este asunto o el otro.


Jesús nos pide hoy que pasemos a un segundo plano y que dejemos a Dios el primer lugar, que es el que Le corresponde; que tomemos conciencia de que, lo que nos preocupa u ocupa a nosotros, no es sólo asunto nuestro, ni siquiera prioritariamente nuestro. Eso que en ocasiones nos abruma o nos pesa, la incertidumbre por lo que puede ser y las dudas que amenazan nuestro horizonte vital, todo eso y mucho más que no somos capaces ni siquiera de intuir aunque está ahí, todo eso es, en primer lugar, "problema" y "asunto" de Dios. ¿No te lo crees? Te propongo algo: ponte en la presencia de Dios, pide ayuda al Espíritu Santo y paladea estas palabras que nos ha dicho la misma Verdad, Jesús, el Señor: "¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones". Paladea... y disfruta!!!






jueves, 13 de octubre de 2016

Ser puentes de acceso

En el Evangelio de hoy (Lc 11,47-54) Jesús reprocha a los juristas que se hayan quedado con la llave del saber sin entrar ellos mismos y sin dejar entrar a otros.

Quizá sea éste un buen momento para contemplar nuestra propia vida a la luz de estas palabras del Señor pidiendo perdón por todas esas ocasiones en las que hemos sido obstáculo para que los demás se encuentren con Él. ¿No nos sucede que pensamos que ya lo sabemos todo y que nos erigimos en jueces de los demás imponiendo nuestros modos y costumbres? ¿En qué momentos hemos sido antitestimonio con nuestro mal ejemplo arrastrando a los demás lejos de Jesús, haciendo poco amable o incluso desagradable Su seguimiento?

Quizá sea éste un buen momento para pedirLe que nos socorra con Su misericordia y no permita que seamos piedra de tropiezo para nadie; antes bien, que Su gracia nos convierta en puentes seguros por los que todos, y de manera especial los que viven con nosotros, puedan acercarse a Él, conocerlo y amarlo con toda el alma.



martes, 11 de octubre de 2016

Presentar nuestra miseria... y esperar Su misericordia

El Evangelio de hoy (Lc 11,37-41) termina con un imperativo del Señor que siempre me ha desconcertado, que se me escapa... Dice así: "Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo".

Pero Señor, ¿cómo dar "limosna" de lo que hay en nuestro interior si un poco antes nos has dicho que por dentro rebosamos de robos y maldades? Porque lo que dijiste a aquel fariseo hoy nos lo dices a cada uno... Si dentro tenemos eso... ¿qué es lo que vamos a dar?

¿Sabes? Pienso que lo que desea Jesús es que centremos todo nuestro día en Su Palabra, que es Él mismo. No importa que no entendamos, que esa Palabra nos supere... ¡¡¡Gracias a Dios que nos supera!!! Recuérdala cuando te sea posible y trata de volver a Ella todas las veces que puedas. Porque, puedes estar seguro, cuando el Espíritu del Señor quiera, te revelará eso que aún no entiendes, eso que se te escapa o que te supera. Sólo tenemos que aprender a esperar sin abandonar esa Palabra Viva que viene hacia nosotros porque quiere hacer morada en nuestro interior.

Esto es lo que a mí se me ha descubierto esta mañana: el Señor termina diciendo que esa limosna nos permitirá tener todo limpio. Y yo he sentido que, una vez más, Jesús me pedía que le dé todo eso que hay dentro de mí y que me impide ser imagen suya: rencillas, malestar, antipatías, rebeldías, sombras, oscuridad, tristezas, desalientos y desilusiones...

Siento que presentar todo eso a Jesús, todo aquello de lo que a veces no nos podemos desembarazar aunque queramos, nos ayuda a situarnos en la realidad más cruda pero también más hermosa: porque sólo Él puede asumir todo lo que no va en nosotros y purificarlo de verdad; porque sólo Él nos puede regalar Su paz aunque, ante nuestros ojos, se presente todo eso que nos hace sentir mal simplemente por sentirlo.

Tú y yo hemos sido llamados a la intimidad con el Maestro. Y esa relación especial se realiza a pesar de nosotros mismos; basta con desearlo y volvernos continuamente a Él aunque no entendamos, aunque nos parezca imposible que pueda darse por lo que descubrimos en nuestro interior. Mira si no lo que nos dice el Señor por medio de Jeremías (33,3): "Llámame y te responderé; te mostraré grandes cosas, inaccesibles, que desconocías". 

Ojalá que nunca nos cansemos de llamar al Señor y de esperar pacientemente a que nos enseñe lo que quiere mostrarnos. Porque si Le presentamos nuestra pobreza, ésta desaparecerá "ahogada" en Su misericordia.



lunes, 10 de octubre de 2016

Qué más necesitamos?

Hoy san Lucas nos cuenta cómo se apiñaba el gentío en torno a Jesús y lo que el Señor dijo en aquel momento a quienes le escuchaban. El eco de Su queja llega hasta los oídos del alma: aquellos Le exigen signos para creer y Jesús les recuerda que los ninivitas se convirtieron por la predicación de Jonás y que la reina del Sur viajó hasta la corte de Salomón para escuchar la sabiduría del rey. En cambio esos que ahora Le rodean para escucharLe no se convierten y no saben descubrir en Él la Sabiduría de Dios. ¡¡¡Aquí hay uno que es más que Jonás!!!; ¡¡¡uno que es más que Salomón!!!, les dice (Lc 11,29-32).

No te engañes pensando que esos reproches no van contigo. Hoy el Señor nos los dirige a ti y a mí porque también nosotros Le exigimos signos para creer. A Él, que ha intervenido en nuestra vida tantas veces y de tantos modos, muchos de ellos admirables; a Él que no deja de acompañarnos y de llamarnos a Su amistad; a Él que tantísimas y tan variadas muestras de amor nos ha dado... ¡¡¡Tú y yo también exigimos a Jesús signos para creer!!! 

Vamos a hacer un repaso de nuestra vida deteniéndonos en cada momento crucial de nuestra biografía; vamos a hacer memoria y a dar gracias por todo, por tanto. Veréis como sale espontánea esta pregunta desde lo más profundo de nuestro ser dirigida a nosotros mismos: "Y yo, ¿qué más necesito para creer?".



domingo, 9 de octubre de 2016

Gritando con los leprosos

Hoy el Evangelio de Lucas nos cuenta la curación de diez leprosos que se dirigen a gritos a Jesús mientras va camino de Jerusalén (17,11-19).

La petición que hacen al Maestro es una oración preciosa que tú y yo podemos repetir con insistencia cuando no sepamos cómo orar, las cosas no vayan bien y sólo podamos ver el vaso medio vacío; cuando sintamos que no tenemos arreglo o nos encontremos con nuestras propias sombras; cuando pensemos que no estamos a la altura o experimentemos que retrocedemos en vez de avanzar por los caminos del espíritu; cuando no logremos aquello que nos hemos propuesto una y mil veces... En estos momentos, y  en otros muchos, podemos decir al Señor lo mismo que le dijeron aquel día estos diez leprosos: "Jesús, ten compasión de mí". 

Sabemos que Jesús respondió a esta llamada y que todos se curaron. Sabemos también que sólo uno volvió donde estaba el Señor para darLe las gracias. También a ti a mí Jesús nos responde siempre de un modo u otro y nos cura, y nos consuela y nos acompaña. Ojalá que nunca, nunca, eche de menos nuestra acción de gracias pronta, alegre, decidida, sincera.



jueves, 6 de octubre de 2016

Por obra del Espíritu

Hoy Jesús nos anima a pedir al Padre lo único necesario para vivir Su vida, el Don de los dones: Su Espíritu (Lc 11,5-13).

Si creyéramos de verdad, si nuestra fe fuera auténtica confianza en Aquel de Quien recibimos todo, comenzando por nuestro propio ser, no dudaríamos en pedir únicamente esto: el Espíritu Santo.

Él, que ya habita en nuestro interior, sólo necesita nuestro consentimiento y nuestra colaboración para llevar a cabo Su obra en nosotros, que no es otra que hacer de cada uno otro cristo. Pero... ¿creemos que lo puede hacer? Y ¿cómo cooperar a Su actividad?

Para responder a esta pregunta, conviene fijarnos en la Virgen, Su Esposa. Ella se dejó transformar; se dejó hacer acogiendo la Palabra que, en su seno, se hizo Carne. Desde ese momento su vida sufrió un vuelco inconcebible para Ella misma. Y esto se hizo por obra del Espíritu Santo.


Dios quiere hacer lo mismo en ti y en mí. Sabemos esto porque miramos a María, nuestro referente, la criatura más perfecta salida de las manos del Creador, y lo vemos realizado en Ella. La Palabra que la Virgen Madre engendró es la misma que comemos cada día en la comunión y que tratamos de meditar en la Sagrada Escritura no desde la cabeza, de un modo racional, sino desde el corazón: leyendo, repitiendo, rumiando, sin tratar de sacar consecuencias o propósitos, sino pidiendo simplemente al Espíritu, que bulle entre las líneas sagradas, que nos conceda creer en que esa Palabra está viva, viene a nosotros y nos transforma en la medida en que la acogemos.






miércoles, 5 de octubre de 2016

Misión, gracia y oración

Hoy San Pablo nos recuerda que el Señor confía a cada uno una misión y, para que la lleve a cabo como Él quiere, capacita a quien elige (Gálatas 2,1-2. 7-14).

También nos concede el Señor la luz que nos permite distinguir, a veces entre sombras, qué es lo que quiere de nosotros. Para acoger esta luz, para ponernos bajo el haz luminoso que el Espíritu Santo nos regala para que podamos seguir caminando, es necesario orar; orar siempre, orar sin desfallecer. 

Los apóstoles han sido llamados por el Señor y, como se saben depositarios de una misión, piden al Maestro que les enseñe a orar (Lc 11,1-4). Vamos a pedírselo tú y yo con insistencia a lo largo del día; vamos a dejarnos enseñar por el único Maestro. Él, que conoce nuestra debilidad, ha puesto en nuestros corazones Su Espíritu que clama por nosotros al Padre.



martes, 4 de octubre de 2016

¿A quién acudes tú?

Hace unos días meditábamos la primera parte del Evangelio de hoy contemplando a Jesús, lleno de la alegría del Espíritu Santo, mientras daba gracias al Padre por haber revelado los secretos del Reino a los sencillos. A continuación, el Señor nos dice que vayamos a Él cuando nos sintamos cansados y agobiados porque en Él encontraremos nuestro descanso. Y es que Su yugo es llevadero y Su carga, ligera (Mt 11,25-30).

Porque aunque Jesús nos dé Su gracia y la luz de Su Espíritu para que comprendamos muchas cosas, a veces no podemos evitar sentirnos cansados, agobiados, abatidos, tristes. ¿A quién o a qué recurrimos entonces en busca de alivio y consuelo? Párate un momento y respóndete con sinceridad. Y, cuando lo hayas hecho, pídeLe que te conceda acordarte de Él en esos momentos grises y te regale la fuerza para refugiarte en Su Amor. Porque Él es el único, no lo olvides nunca, que hará llevadero tu yugo y aligerará tu carga haciéndolos suyos por amor a ti.



lunes, 3 de octubre de 2016

Él siempre cuida de ti

Hoy Jesús nos relata la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37). Aunque en el momento que recoge el evangelista el Señor la pronunció para aquel letrado, hoy, sin duda alguna, nos la cuenta a ti y a mí. Por eso te invito a que la medites desde este prisma: dale vueltas, rumia el texto y pide al Espíritu que te lo explique para que puedas escuchar de labios de Jesús lo que quiere decirte hoy. Luego, si tienes oportunidad, comparte ese tesoro con alguien. Yo lo hago ahora contigo...

Jesús es el Buen Samaritano; el hombre apaleado podemos ser cualquiera de nosotros. De él no se nos dice nada: el Señor no nos habla de sus méritos, de su buen o mal hacer en la vida... Sólo nos dice que fue apaleado por unos bandidos y que estaba medio muerto, tirado en el camino.

Sí, la vida nos apalea en muchas ocasiones: sucesos dolorosos, momentos difíciles...; a veces nos maltratamos a nosotros mismos, cuando nos exigimos lo que ni siquiera Dios nos exige; en otras ocasiones son los demás los que nos hacen daño. Pero Jesús vela para cuidarnos.

Él, la Infinita Misericordia, se ha querido servir de "causas segundas" para socorrernos en esos momentos tristes en los que nos sentimos maltrechos. Pero también a Él le fallan las causas segundas. ¿Acaso no crees que contaba con el sacerdote y con el levita para que atendieran al que yacía herido por obra de unos desalmados que se habían dado a la fuga? Sin embargo, ninguno de estos dos personajes hizo lo que el Señor esperaba de él. Por eso es el propio Jesús Quien acude en socorro del pobre malherido.

Y es que, cuando nos hacemos invisibles a los ojos de los demás, cuando los necesitamos pero nos dan la espalda, cuando la vida nos trata mal y, a pesar de nuestro empeño por seguir al Señor, nos devuelve un "palo", Jesús acude en nuestra ayuda derramando sobre nosotros Su misericordia. Una misericordia que libera nuestra conciencia de toda inquietud y nos regala aquello que ni siquiera nos atrevemos a pedirLe.





sábado, 1 de octubre de 2016

Elogio a la pequeñez

Meditábamos ayer el sentimiento de Job ante Dios, sentimiento de pequeñez ante la grandeza del Señor. Esto es suficiente para recibir de Él la luz que permite a este hombre, ejemplo de paciencia en el sufrimiento, conocerLe y descubrir que Su poder  es inmenso y Sus designios insondables (Job 42,1-3. 5-6. 12-16).

¿Por qué tememos sentirnos frágiles, indefensos, impotentes, pequeños...? ¿Por qué, si sentirse así es el principio del camino que nos adentra en la inmensidad de Dios y nos permite conocerLe un poquito más? ¿No nos lo dice Jesús en el Evangelio de hoy? 

Sí, en este fragmento del Evangelio de Lucas (10,17-24) asistimos a una explosión de alegría del Señor que, lleno del Espíritu Santo, entona con Él la acción de gracias al Padre que se ha dignado revelar Sus misterios a los más pequeños, a la gente sencilla... ¿No quisieras tú ser de esos? La ruta está marcada: aceptar todo lo que te hace sentir pequeño, débil, incapaz...

Hoy todo nos habla de pequeñez. Y es que celebramos el día de Santa Teresa del Niño Jesús. Esa mujer pequeña a quien Dios hizo grande dándole a conocer Su amor misericordioso en una época en que era impensable hablar de esta faceta de Dios. Vamos a pedirle que nos alcance del Señor el amor a nuestra propia pequeñez, a nuestras manifestaciones de debilidad. Así, cogidos de su mano, penetraremos en el misterio que es Dios y nos dejaremos invadir por el que Se revela a los sencillos.